El estudio de la personalidad (también referida como “carácter”) se inició ya en la antigüedad. En su obra “Los caracteres”, Tyrtamus (371-287 A.C) -renombrado después como “Teofrasto” o también “orador divino” por su coetáneo Aristóteles- clasificó a los ciudadanos de la Atenas del siglo cuarto Antes de Cristo en 30 tipos diferentes de personalidad. Su obra “Los caracteres” tuvo una gran influencia en los subsiguientes estudios acerca de la personalidad humana, como en el caso de los de Thomas Overbury (1581-1613) en Inglaterra y en los de Jean de la Bruyère (1645–1696) en Francia.
El concepto de trastorno de la personalidad es en sí mismo mucho más reciente, y en principio se asocia a la descripción en 1801 del psiquiatra francés Philippe Pinel de la mania sin delirio, un estado que el definió con estallidos de ira y violencia (“mania”) en ausencia de síntomas de enfermedad psicótica, tales como ilusiones y alucinaciones (“delirios”). Unos 60 años más tarde, en 1896, el psiquiatra alemán Emil Kraepelin (1856–1926) describió siete formas de conducta antisocial bajo el espectro de “personalidad psicopática”. Este término fue extendido después por el joven pupilo de Kraepelin Kurt Schneider (1887–1967) para incluir a aquellos que “sufren a causa de su anormalidad”. La seminal obra de Schneider, “Personalidades psicopáticas” (1923), aún se considera un trabajo fundamental como base de las actuales clasificaciones de los desórdenes de personalidad. Hoy el DSM-IV define un trastorno de la personalidad (DP) como un esquema de comportamiento y vivencias interiores persistentes que chocan de forma significativa con las normas de la sociedad en que se inscribe el sujeto paciente; además, suele aparecer en la adolescencia o la adultez temprana y mantenerse en el tiempo, y conlleva una considerable carga de angustia y deterioro personal. El DSM-IV señala diez desórdenes de la personalidad, y sitúa cada uno de ellos en tres grupos o “clusters”: A, B o C.
Cluster A (Extraño, raro, excéntrico)
DP Paranoide, DP Esquizoide, DP Esquizotípico
Cluster B (Dramático, errático)
DP Antisocial, DP Límite, DP Histriónico, DP Narcisista
Cluster C (Ansioso, temeroso)
DP Evitante, DP Dependiente, DP Obsesivo-compulsivo
Antes de adentrarnos en la definición de estos diez desórdenes de la personalidad, es preciso señalar que estos son más un producto de la observación histórica, a lo largo del tiempo, que resultados de estudios científicos propiamente dichos, y es por ello que pueden resultar, de cara al lector, conceptos un tanto vagos e imprecisos. Por esta razón, rara vez se presentan en la realidad tal y como aquí se describen, en su forma “textual” de libro, y tienen una marcada tendencia a difuminarse y entremezclarse entre ellos. Su división en estos tres grupos/clusters (A, B y C) dentro del DSM-IV viene a reflejar esa tendencia al interactuar, viéndose que un determinado trastorno de la personalidad se difumina y confunde con otro de su grupo con más frecuencia que con otro trastorno de un grupo distinto.
Normalmente, la mayor parte de las personas con un trastorno de personalidad nunca llegan a acudir al médico buscando ayuda para esta afección, y aquellos que lo hacen viene a ser en el contexto de otro trastorno psiquiátrico o en momentos de crisis personal, por ejemplo, tras autolesionarse o cometer algún acto con consecuencias penales. En cualquier caso, los desórdenes de personalidad son importantes en general para el personal sanitario, ya que suelen ser el pórtico de otros problemas mentales y afectan a la presentación y tratamiento de los desórdenes mentales que ya esté sufriendo la persona. Por definición, también resultan una considerable fuente de angustia y deterioro personal, y pueden requerir atención concreta por sí mismos.
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